Aprovechando la instancia de vinculación tan amplia y el día de conmemoración, es necesario hacer una mención a los profesores en su día, en particular a mis maestros de música.
En principio, agradecer la vocación latente que descubrí en mi formación universitaria a través de la cual me relaciono con muchas personas, entre estudiantes, apoderados; compañeros de universidad y colegas músicos, y también quisiera en esta palabras perfilar a esos profesores que dejaron huella indeleble en mi proceso.
En mi infancia en los '80, mi profesora Berta Martínez, en la Escuela Básica D461 de San Miguel a quien conocí como alumno de coro de la Escuela. Recordar las salidas a conciertos en distintos colegios, recordar la emoción primera de enfrentarse al público, siempre acompañada de su guitarra y su voz firme y querendona.
Luego, en el mítico Instituto Nacional, el profe Montero -no recuerdo su nombre-, quien en segundo medio, me transmitió el amor por la música, el interés por su historia, por las composiciones de Bach y Stravinsky, la música de película y el piano, el instrumento que me expresa mi corazón. En ese punto de mi adolescencia, la alucinación por el mundo sonoro era decisivo para dar combustible y encender la vocación, a pesar de estudiar en un colegio tan señero y tradicionalista en su formación académica.
Consecuente con lo anterior, entré a estudiar licenciatura en música en la Universidad de Chile. En este hermoso periodo de mi vida, siempre recuerdo y agradezco la experiencia de conocer a mi profesor de Lenguaje Musical, Claudio Acevedo, un artífice de mi amor por la Teoría Musical y su infinito mundo asociado; a mi profesor de Piano, Carlos Araya, a quien debo su claridad pedagógica y su exigencia; a Cristián Guerra, un ejemplar persona y profesor a quien, gracias a su guía, me permitió entender de manera más profunda la música y su relación histórica, además de compartir su ética y construir una amistad más allá del aula que nos acunó. A Aliosha Solovera, por admirarlo en sus profundos conocimientos musicales y humildad para compartirlos, y paciencia para enseñarnos. A la profesora Silvia Contreras, una eminencia del Dalcroze en Chile, agradezco su exigencia de alto nivel, a quien tuve el honor de secundar como ayudante, y de quien puedo asegurar he pretendido continuar en su senda metodológica que sin dudas, me ha marcado como profesor.
A Carmen Aguilera, mi querida colega quien me guió en mis primeros pasos en el Jazz, a su sabiduría y dones musicales siempre disponibles a quienes lo requieran.
A Agustín Romo, sus enseñanzas e interminables sobremesas sobre la música chilena y popular cuyos vastos territorios eran para mí, desconocidas y misteriosas y quien confió en mí la batuta de su grupo Morenamérica a "principio del siglo" XXI cuando recién salía de la universidad.
A Jorge Aliaga, lejos, el compositor y profesor de música cinematográfica mejor preparado que conozco, profundo, vehemente y didáctico respecto al tema a quien le debo mis conocimientos en este respecto.
No obstante los nombres citados, muchos otros con quienes tuve la ocasión de compartir el aula, muchas gracias también.
En este lugar virtual, me queda por delante continuar el legado al cual honro con estas palabras este día, siempre en pos de la enseñanza, de agregar valor a las personas para que cumplan sus sueños a través de la música, del arte.
Felicidad, profesores!
En principio, agradecer la vocación latente que descubrí en mi formación universitaria a través de la cual me relaciono con muchas personas, entre estudiantes, apoderados; compañeros de universidad y colegas músicos, y también quisiera en esta palabras perfilar a esos profesores que dejaron huella indeleble en mi proceso.
En mi infancia en los '80, mi profesora Berta Martínez, en la Escuela Básica D461 de San Miguel a quien conocí como alumno de coro de la Escuela. Recordar las salidas a conciertos en distintos colegios, recordar la emoción primera de enfrentarse al público, siempre acompañada de su guitarra y su voz firme y querendona.
Luego, en el mítico Instituto Nacional, el profe Montero -no recuerdo su nombre-, quien en segundo medio, me transmitió el amor por la música, el interés por su historia, por las composiciones de Bach y Stravinsky, la música de película y el piano, el instrumento que me expresa mi corazón. En ese punto de mi adolescencia, la alucinación por el mundo sonoro era decisivo para dar combustible y encender la vocación, a pesar de estudiar en un colegio tan señero y tradicionalista en su formación académica.
Consecuente con lo anterior, entré a estudiar licenciatura en música en la Universidad de Chile. En este hermoso periodo de mi vida, siempre recuerdo y agradezco la experiencia de conocer a mi profesor de Lenguaje Musical, Claudio Acevedo, un artífice de mi amor por la Teoría Musical y su infinito mundo asociado; a mi profesor de Piano, Carlos Araya, a quien debo su claridad pedagógica y su exigencia; a Cristián Guerra, un ejemplar persona y profesor a quien, gracias a su guía, me permitió entender de manera más profunda la música y su relación histórica, además de compartir su ética y construir una amistad más allá del aula que nos acunó. A Aliosha Solovera, por admirarlo en sus profundos conocimientos musicales y humildad para compartirlos, y paciencia para enseñarnos. A la profesora Silvia Contreras, una eminencia del Dalcroze en Chile, agradezco su exigencia de alto nivel, a quien tuve el honor de secundar como ayudante, y de quien puedo asegurar he pretendido continuar en su senda metodológica que sin dudas, me ha marcado como profesor.
A Carmen Aguilera, mi querida colega quien me guió en mis primeros pasos en el Jazz, a su sabiduría y dones musicales siempre disponibles a quienes lo requieran.
A Agustín Romo, sus enseñanzas e interminables sobremesas sobre la música chilena y popular cuyos vastos territorios eran para mí, desconocidas y misteriosas y quien confió en mí la batuta de su grupo Morenamérica a "principio del siglo" XXI cuando recién salía de la universidad.
A Jorge Aliaga, lejos, el compositor y profesor de música cinematográfica mejor preparado que conozco, profundo, vehemente y didáctico respecto al tema a quien le debo mis conocimientos en este respecto.
No obstante los nombres citados, muchos otros con quienes tuve la ocasión de compartir el aula, muchas gracias también.
En este lugar virtual, me queda por delante continuar el legado al cual honro con estas palabras este día, siempre en pos de la enseñanza, de agregar valor a las personas para que cumplan sus sueños a través de la música, del arte.
Felicidad, profesores!
Comentarios
Publicar un comentario